ETERNO CONFORMISMO: DESTINO PREVISIBLE


Qué común se ha vuelto elegir “el mal menor” cuando se trata de una decisión de la cual depende el futuro de nuestro país, o al menos el de los próximos cinco años, si no tomamos en cuenta el incansable afán del Congreso de la Republica por obstaculizar el gobierno del mandatario que no se adecúe a los intereses de los llamados —lastimosamente— padres de la patria. Acerca de aquella expresión, el politólogo Carlos Meléndez (2019) señala que “el mal menor es aquel criterio de descarte de candidatos que sucede cuando las identidades políticas negativas son mayores y más fuertes que las positivas. Cuando los ciudadanos se oponen fuertemente a un partido político o una candidatura sin mostrar apoyo coherente por otro. Cuando no sabemos lo que queremos, pero sabemos lo que no queremos”. Hoy en día, después de haberse llevado a cabo las elecciones generales, podemos evidenciar que, una vez más, no somos lo suficientemente conscientes para tomar una de las decisiones más importantes de nuestra nación, y que como dice el experto, lo único que los peruanos sabemos es lo que no queremos, más no lo opuesto, algo francamente, lamentable.

A comparación de las elecciones generales realizadas hace cinco años, esta vez el ganador de la primera vuelta, Pedro Castillo, obtuvo prácticamente la mitad del porcentaje que alcanzó la ganadora de la primera vuelta en 2016, Keiko Fujimori, con un 39.86%. Podríamos decir que, ello fue producto del rechazo de la población hacia los candidatos que hubo o porque al ser demasiadas organizaciones políticas postulantes (18 en total) se repartieron los votos, cabe resaltar que no son los comicios generales con más organizaciones políticas.

En fin, claramente no estamos ante las dos mejores opciones para el cargo de presidente de la República. Considero necesario aclarar que, con el presente artículo, no pretendo atacar a alguno o a ambos candidatos para la segunda vuelta a realizarse dentro de unos meses, ni mucho menos inclinar mi voto por uno de ellos, sino que, mi intención es analizar cómo es que cada quinquenio siempre terminamos en la misma encrucijada.

Resulta innegable afirmar que, los peruanos sabemos que estamos eligiendo un mal, pero como aseguramos que es un “mal menor” nos conformamos con eso, sin pensar que, a decir verdad, como indica Lajo (2019) “el mal menor con poder se convierte en un mal mayor”. Analicemos por ejemplo el periodo presidencial que aún está en vigencia: 2016-2021. En las anteriores elecciones generales, del año 2016, los candidatos que pasaron a segunda vuelta fueron Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, y como era de esperarse se eligió al segundo por considerarlo el “mal menor”; sin embargo, duró menos de dos años en el cargo, ya que presentó su renuncia antes de realizarse el segundo proceso de vacancia en su contra por estar implicado presuntamente en el escándalo de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht, renuncia presentada después de revelarse las famosos kenjivideos, donde se reveló intentos de comprar votos para no vacar al aun presidente en ese entonces. Tal y como lo establece nuestra Constitución, tuvo que asumir el cargo el primer vicepresidente, Martin Vizcarra. Este tampoco puedo culminar su mandato, puesto que fue vacado por su permanente incapacidad moral, declarada por el Congreso de la República, lo que resultó todo un tema polémico por el hecho de la interpretación que cada uno podía realizar del inciso 2 del artículo 113 de la CPP, en donde se hace alusión a dicha figura, y al no estar regulado de manera precisa y sin los alcances necesarios para una mejor definición trajo consigo la inestabilidad política que ya todos conocemos. Posteriormente, se dio el muy corto tiempo como presidenta de Mercedes Araoz, segunda vicepresidenta, quien a las horas de su juramentación decidió renunciar, dando pase así a que quien asuma el puesto sea el presidente del Congreso, Manuel Merino, a quien la gente no respaldó en absoluto, saliendo a marchar a las calles para que se dé una nueva votación en el Congreso; es así como finalmente terminamos con Francisco Sagasti, quien fue elegido nuevo presidente del Congreso, y por ende, inmediatamente, presidente de la República. Entonces, ¿podemos afirmar que PPK fue en verdad “el mal menor”? Solo detengámonos a pensar cuántos presidentes van en el periodo 2016-2021, gracias a la elección y posterior renuncia de Kuczynski, involucrado en el escándalo de corrupción más grande del país. No intento decir que la mejor opción en esa segunda vuelta era Keiko Fujimori, sino, lo que sostengo es que, como afirma el autor mencionado líneas antes, muchas veces ese supuesto “mal menor” no es en realidad tal, y menos cuando se llega al poder.

Ahora bien, el problema no solo se centra en la recurrente elección del “mal menor”, sino que además la mentalidad del peruano se ha invadido por el conocido refrán “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Es verdaderamente inaudito que estadistas como Javier Pérez de Cuellar y Valentín Paniagua no hayan sido elegidos presidente de la República en el año 1995 y 2006, respectivamente, y que por encima de ellos se haya optado por Alberto Fujimori y Alan García, ambos ya conocidos por su primer gobierno en el que, como todos recordamos, fue totalmente catastrófico. Por un lado, un golpista y autócrata; y, por otro lado, un muy cuestionado gobierno de García en el periodo 1985-1990. ¿Cómo les explicas a tus hijos que preferiste a esos candidatos por sobre Pérez de Cuellar, respetable diplomático y ex secretario general de las Naciones Unidas, o Valentín Paniagua, que tuvo un muy buen gobierno de transición en el año 2001?

Son evidentes las malas decisiones que tomamos los peruanos, pero sobre todo el conformismo con el que aceptamos nuestro destino. Difícilmente veremos unas elecciones llevadas a cabo a consciencia y por la mejora de nuestro país. ¿Y cómo se llega a aquellas decisiones insensatas? Podríamos hacer una encuesta y se llegaría a la conclusión de que de diez personas menos de cinco leen completo el plan de gobierno de cada candidato, por lo que muchas veces la decisión si no se basa en el debate que organiza el Jurado Nacional de Elecciones se basa en especulaciones. ¿A qué me refiero? Creemos conocer a los candidatos, caso contrario no tomamos como opciones a nuevos nombres, pensamos que deben gobernar conocidos, incluso aunque hayan hecho gestiones muy malas, pero como los conocemos no hay problema. Eso es lo que creen muchas personas, las mismas que en alguna oportunidad se han quejado porque no tenemos un buen gobierno, porque el Perú no progresa como debe a pesar de tener los medios para hacerlo.

Están también los que son indiferentes en fechas electorales y no acuden a emitir su voto, es ahí cuando se refleja el desinterés hacia nuestro país, la sombría posición ciudadana que tenemos. Indudablemente, cada vez se ha ido perdiendo el sentimiento de pertenencia, con mucha pena cuesta decir que no todos somos verdaderos ciudadanos, y no, el simple hecho de cumplir la mayoría de edad no nos otorga el verdadero significado de lo que es la ciudadanía; puesto que, ese concepto va mucho más allá de eso, se necesita de una verdadera participación ciudadana, el sentirnos identificados con nuestro país, entre muchas otras acciones. Por último, están los que deciden dar un voto blanco o nulo, y justamente detallaré un poco de eso más adelante, tratándose de lo que será la segunda vuelta de la elección presidencial.

Hemos sido testigos de un, quizá, sorpresivo resultado a nivel presidencial, no por Keiko Fujimori, quien en las tres veces que viene postulando se ha ubicado bien en primer o segundo lugar en primera vuelta, no consiguiendo en ninguna de las dos anteriores elecciones llegar al sillón presidencial; sino por Pedro Castillo, líder del partido “Perú Libre”, quien era relativamente desconocido en Lima y a pesar de eso logró lo inesperado; y justamente la clave de su victoria se basa en su popularidad no en el centro de nuestro país. Castillo afirma representar a los pueblos olvidados del Perú, a todos aquellos que el Estado ha dejado de lado, por ello en el pueblo rural y el interior del país es principalmente donde se centra su respaldo.

No podemos ocultar que, como mencioné al principio, no son las dos mejores opciones para ser el(la) próximo(a) presidente(a) del Perú, por lo tanto, nuevamente hemos llegado a lo que tanto se temía, tener que elegir -una vez más- el supuesto “mal menor”. Se ha mostrado un fuerte rechazo hacia ambos candidatos, una vez sabido que ellos irían a segunda vuelta, por lo que se invocaba al famoso “voto nulo”, creyendo que con eso se podría anular las elecciones y volver a tener la posibilidad de votar por alguno de los primeros 18 postulantes; sin embargo, ¿es eso cierto? Por supuesto que no, nuestra ignorancia puede más muchas veces, por lo que me veo en la obligación de recordar a la población que esa idea carece completamente de certeza. Si bien es cierto, nuestra Constitución sí establece la nulidad de los procesos electorales en el artículo 184, en donde prescribe que para ello “los votos nulos o en blanco, sumados o separadamente, superan los dos tercios del número de votos emitidos”; es decir, en palabras sencillas, que para que ocurra dicha nulidad el porcentaje de los votos mencionados tiene que alcanzar el 66%, algo casi improbable para muchos constitucionalistas. ¿Pero acaso no hay una remota posibilidad de que suceda? Sí, sí la hay, si pasase eso, tal como afirma la analista política y especialista en temas electorales Gabriela Vega Franco “esa elección anulada conllevaría a que se vuelva a convocar una elección, en un plazo no mayor de 90 días, entre los mismos candidatos de esa segunda vuelta anulada” (Gestión, 2021, sección de Política, párr. 15). Incluso ni un gran porcentaje de ausentismo podría anular la elección presidencial, puesto que ni la Ley Orgánica de Elecciones ni nuestra Constitución contemplan el número de electores que no emitan su voto como causal para anular un proceso electoral.

Es así que, no nos podemos dejar engañar por invocaciones infundadas para realizar alguna cosa en específico el próximo 6 de junio. Tenemos el suficiente tiempo para poder revisar y analizar cada propuesta de los candidatos de Perú Libre y Fuerza Popular. No obstante, tampoco se trata de creer todo lo que digan los aspirantes a la presidencia de la República, tenemos que informarnos para ver qué tan factible de realizar es lo que proponen, no nos embelesemos con algunas propuestas que solo han sido puestas para llamar nuestra atención y no para que se llegue a ejecutar en algún momento. Que el “mal menor” no se convierta en la excusa perfecta para no informarnos de los planes de gobierno.

Es cierto que, a raíz de los años, los gobernantes no han dejado una buena imagen, provocando así una falta de confianza de nosotros hacia quien llegue a ocupar el sillón presidencial. ¿Pero realmente elegir a viejos conocidos, que en su historial tienen malas gestiones, es lo mejor para resarcir nuestra confianza? ¿Acaso nuestras suposiciones de quién podría ser el mejor, sin leer sus propuestas, es la solución? ¿Basta elegir el “mal menor” y después lamentarse y reclamar que seguimos siendo un país mendigo sentado en un banco de oro? La fragilidad de nuestras instituciones es algo evidente, ya no existe confianza en tales, ninguno de los tres poderes se salva, la corrupción día a día ha ido creciendo exponencialmente, por ello los peruanos afirman que quienquiera que esté en el poder romperá las reglas tarde o temprano; sin embargo, ¿elegir el “mal menor” cambiará eso o tendremos más de lo mismo? La respuesta, a todas luces, es notoria.

Es verdad, esta vez nos volvimos a equivocar, pero que esto sirva de lección para las próximas elecciones, no solo la presidencial, sino también todas las demás. Que más adelante se vea reflejado ese ansiado cambio en la población, un cambio que evidencie que hemos aprendido de nuestros errores, que en el futuro podamos afirmar que no somos los mismos que en 2021, que no somos los mismos conformistas y que mucho menos nos basta elegir el “mal menor”, porque eso quedará atrás el día que decidamos exigir políticos idóneos para los cargos de poder, sobre todo para el de mandatario de nuestra nación.

Compatriotas, que el conformismo no se vuelva un hábito, no tenemos qué elegir el “mal menor” cuando quizá haya algún candidato que, de la talla. Exijamos postulantes con una hoja de vida impecable, que hayan representado y dejado en alto el nombre de nuestro país, estadistas como lo fueron Javier Pérez de Cuellar y Valentín Paniagua y que nunca fueron elegidos por nuestra necedad de elegir viejos conocidos. Vuelvo a enfocar el llamado para 1) enterrar las suposiciones, y así en vez de ello, podamos -todos los peruanos- informarnos acerca del plan de gobierno de cada uno de los candidatos a presidente de la República, 2) sembrar el sentimiento de pertenencia hacia nuestra patria, ser ese ciudadano que tanto necesitamos y 3) decir “basta ya” al escándalo de corrupción, para que, consecuentemente, se pueda regenerar la confianza en nuestras instituciones. Hay mucho que cambiar en nosotros —no solo esperar el cambio en los candidatos para que sean idóneos—, en nuestra mentalidad, para dejar atrás ese conformismo que tanto daño nos ha causado. Reformemos nuestro pensar y seamos ese cambio que tanto esperamos, porque como diría el ilustre poeta Cesar Vallejo, “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.



 Articulo de opinión 

Henry Jeanpiere Chuquilin Villanueva

Miembro de la Asociación de Debate Última Instancia “A.D.U.I”

 

 

Referencias 

Constitución Política del Perú. (1993).

Lajo, E. (2019). El mal menor se convierte en mal mayor. Prensa Regional. https://prensaregional.pe/el-mal-menor-se-convierte-en-mal-mayor/

¿Los votos blancos y nulos pueden anular las elecciones generales del 2021? (15 de abril del 2021). Gestión. https://gestion.pe/peru/politica/elecciones-generales-peru-2021-los-votos-blancos-y-nulos-pueden-anular-los-comicios-onpe-jne-oficina-nacional-de-procesos-electorales-nndc-noticia/?ref=gesr

Meléndez, C. (2019). El mal menor: Vínculos políticos en el Perú posterior al colapso del sistema de partidos. Instituto de Estudios Peruanos.

 

 





 

 

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