HACIA UNA CULTURA DE MEMORIA A LARGO PLAZO



Decía Adorno, con razón, que, “dejar hablar al sufrimiento es el principio de toda verdad”. Es por ello que, después de una guerra, los vencedores difunden la versión oficial de lo ocurrido y también circula la de los vencidos. Sin embargo, la historia que permanece encerrada bajo siete llaves, es la de las víctimas de ambos bandos.

Es innegable que las probabilidades de víctimas mortales en conflictos armados son considerables, pero dejemos de lado las guerras y centrémonos en acontecimientos mucho menores como por ejemplo protestas a nivel nacional, a simple vista pareciera difícil que tales movilizaciones -especialmente en países democráticos- dejen víctimas mortales empero no siempre es así.

El día de ayer, 14 de noviembre de 2020 -según cifras del Ministerio de Salud- fueron 63 las personas hospitalizadas en diversos nosocomios de Lima, a causa de heridas sufridas durante las marchas registradas, marchas que tuvieron como mayor saldo, la muerte de dos hombres por impactos de perdigones de goma e inhalación de gases lacrimógenos, armas que, cínicamente un par de noches atrás el subcomandante general de la Policía Nacional del Perú Jorge Lam, calificaba como “no letales”.

Pero cabe inquirir en la bomba de tiempo que desencadenó todo esto, el pasado 09 de noviembre se evidenció una conducta que el pueblo -pensando con mayor rigurosidad los efectos de la aplicación del Art. 113° de la Constitución Política del Perú en el contexto pandémico- no aprobaba. Dudo que exista algo peor para un representado que su representante anhele lo que él desprecia, más aún si se hace uso de discursos políticos sosos para -y tal como acostumbra la clase dirigente de nuestro país- disfrazar de interés nacional su voraz afán de poder y su permanente incapacidad.

Esto nos revela que la realidad no es tan romántica como la teoría, teóricamente los poderes del Estado se controlan, pero a la vez se ayudan recíprocamente, empero -al menos en Perú- prima la riña, la contienda por tomar la copa de poder sin importar no solo un juego limpio sino apartarse de los principios que alguna vez crearon a estos indigentes poderes constituidos.

Merino se apoderó del congreso, se ha abalanzado sobre el ejecutivo, tuvo el propósito de nombrar a los miembros del Tribunal Constitucional y contó con la fidelidad de las fuerzas armadas. ¿Hasta dónde más quería llegar? ¿Quería la calle? ¿Por eso buscó reprimir a cualquier costo las manifestaciones de la gente? Ahí es donde falla su lógica, la calle es nuestra.

Como pueblo estamos blindados por nuestra Carta Magna para ejercer el derecho de protesta pacífica, expresarnos y mostrar nuestro descontento, pero al parecer el Estado no recordó eso. Sin embargo, el pueblo sí recordará la semana donde el gobierno de turno con poca o ninguna legitimidad pretendió perpetuarse en el poder, estrategia que tuvo como estocada final el asesinato de dos inocentes jóvenes. Como peruanos no podemos seguir sufriendo de la amnesia colectiva que venimos adoleciendo en cada época de elecciones durante muchos años, como pueblo nos corresponde no dar con nuestro olvido amnistía a los responsables de estos trágicos sucesos. Si no lo hicimos antes, hoy más que nunca sacudámonos de nuestra frágil memoria a corto plazo.

Cualquier persona -peruana o extranjera- puede visibilizar que el Perú está siendo flagelado y hasta devorado. Solo nosotros podemos parar la perpetuación de nuestras desgracias-a decir verdad, cíclicas- votemos por individuos y no por organizaciones, por ideas y no por proclamas, por conciencias y no por rostros.

Tengamos muy presente que, olvidar una injusticia se traduce en perpetuarla, recordarla en cambio, es empezar el lento camino de su reparación, cuando vayamos a las urnas es imprescindible un replanteamiento político y moral a fin de que no regresemos al noveno círculo del infierno. Un círculo plagado de congresistas que ponderaron sus intereses particulares por encima de los nacionales, los mismos que ahora muestran su sentir por la humanidad violentamente expulsada de los cuerpos y espíritus de estos dos valerosos jóvenes, producto del baño de sangre que los propios parlamentarios inauguraron. Un círculo integrado por ministros elegidos a dedo que ahora dimiten de su cargo escapando del cataclismo que -con su aceptación al mandato- alentaron.

Es imperativo que no confundamos la independencia política con la indiferencia, aun cuando sea peligroso recordar, las víctimas y sus familiares necesitan de la memoria de todos los peruanos para de alguna forma simbólica devolverles la vida a personas que como tú o como yo, no se dejaron avasallar por deplorables gobernantes.

Finalmente, este artículo es un sincero agradecimiento a cada uno de los manifestantes que alzaron su voz en un nivel muy alto de protesta, nos recordaron el compromiso que debe poseer cada peruano dejando constancia de que cada acto ocurrido en nuestro territorio, no es ajeno a ninguno de nosotros. Nos recordaron que el país no es cualquier chacra que las autoridades puedan labrar a su antojo y bien sabemos que cuando los medios son los idóneos, el fin se logra, y el paso al costado del expresidente Manuel Merino, lo confirma.


Artículo de opinión.

Alessa Nicole Martinez Sanchez.

Miembro de la Asociación de Debate Última Instancia “A.D.U.I”.



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